Juan Pablo Agloni: “Llegué contento, sabía que había cumplido con dos desafíos personales”#CVO #RidechileRaceReport

Race Report CVO 2018, en categoría ciclocross

Hace poco menos de un año, impulsado principalmente por la curiosidad que me generaba que varios amigos y conocidos estaban practicando una disciplina del ciclismo hasta entonces desconocida para mí, decidí comprar mi primera bicicleta de ciclocross. Meses después, me enteré que desde hace un par de años se hacía una liga con 6 ó 7 fechas más el campeonato nacional, y me lancé a correrlas todas.

 

 

Mis resultados no me sorprendieron ni decepcionaron, tenía una capacidad física aceptable para una categoría amateur, principalmente porque tengo tiempo entrenando en la ruta y pista, pero me faltaba algo que para esta disciplina es primordial: la técnica. En búsqueda de este importantísimo factor, mediante redes sociales y el boca a boca me encontré con los JueveCross, una actividad gratuita realizada por Rodrigo Salazar, de Flow Ride, quien es tres veces campeón nacional de CX elite, y que con el fin de levantar esta creciente rama del ciclismo en nuestro país, ofrece clases de técnica específica para el ciclocross, las cuales finalizan con las ya clásicas “pichangas” en donde podemos simular una carrera y experimentar todos los factores que van a condicionar los resultados en ellas.

Fue en una de esas pichangas en donde logré obtener un cupo para el CVO 2019. Mi primera reacción fue “qué lata, no podré ir”, principalmente porque la competencia estaba súper encima y no me había planificado como para tan magno evento. Mi primera reacción duró poco, los propios asistentes de JueveCross me convencieron de que no podía perderme esa experiencia, y de que no sería tan terrible hacerlo en bicicleta de ciclocross. Hice las gestiones con ayuda de amigos y familia y lo logré. Estaba listo para ir al CVO.

Llegamos a Las Cascadas el viernes a mediodía, el cielo estaba cerrado y caía una lluvia suave pero constante, cosa que de inmediato nos alegró, entendiendo que esto ayudaría a que el terreno arenoso se apretara un poco y diera un poco más de agarre, sobre todo para mis neumáticos 700×33.

Después de comer y su respectiva siesta post-viaje y la posterior movida de piernas y revisión de las bicicletas, fuimos a retirar el kit y números de competencia. En Las Cascadas, que es un pueblo pequeño (muy lindo por cierto), ya se olía a ciclismo en el ambiente. Estábamos en una cabaña a un kilómetro del campo base del evento y en el camino hacia él vimos por todas partes a ciclistas que ya estaban moviendo las piernas pensando en lo que vendría al día siguiente, los cuales con la camaradería propia de este deporte se saludaban entre ellos al pasar.

Ya el sábado por la mañana, día del evento, nos dimos cuenta de que el clima iba a estar de nuestro lado. No había ninguna nube y el Volcán Osorno lucía limpio e imponente. Después de un contundente desayuno un par de horas antes de la carrera, procedimos a ir al campo base. En ese momento tenía claro que al ir en una bicicleta completamente rígida y con neumáticos tan delgados tenía que posicionarme lo más adelante posible en la partida para poder aprovechar esa subida inicial, ojalá integrándome en un grupo de corredores fuertes que probablemente ya hubiesen realizado esta dura prueba.

 

 

Logré posicionarme entre las primeras filas de la largada y cuando señalaron la partida (puntual a las 10:30) empezó mi misión de avanzar lo que más pudiera hacia la cabeza de la carrera, aprovechando cuidadosamente cada espacio que se abriera en el tramo de asfalto neutralizado. La camioneta guía dio la señal de fin de neutralización y me vi al frente de todo el pelotón, entrando al camino de ripio en donde comienza el duro ascenso. A los pocos metros de ripio noté que me estaba exigiendo mucho, mis pulsaciones estaban disparadas y a ese ritmo me iba a quedar sin piernas en esa subida que hasta entonces no conocía completa, haciéndoseme difícil hacer una certera dosificación de energía, así que intenté llevar un ritmo más prudente mientras veía cómo Delgado y Aravena, entre otros ciclistas, subían a un ritmo envidiable.

 

 

El ascenso en su primer tramo fue bastante abordable para mí, pude subir sin problemas integrándome en grupos de 4 ó 5 corredores que llevaban un ritmo similar al mío. Luego, ya dentro del Parque, empezaba a tantearse el terreno arenoso en la zona del zigzag, el cual me hizo tener que bajar más de una vez a correr con mi bicicleta al lado o al hombro para poder pasarlo más rápido y sin complicaciones (“transición”, como llamamos en el cx).

 

 

Iba concentrado en eso cuando de pronto levanto la mirada y veo que no quedaba más subida, sino que un terreno ondulante con tramos de arena que a un costado tenía al gigante Volcán, y al fondo hacia el frente el azul intenso del Lago Todos los Santos. En ese momento, lo que más tenía presente era que, por cuestiones de tiempo, nunca pude montar el tubular en mi rueda trasera, así que venía con cámara y tenía que tener todo el cuidado que eso implicaba con los llantazos. Logré hacer ese tramo a una velocidad aceptable y sin percances, ahora comenzaba la parte crítica para mí en la carrera: el descenso.

Había escuchado comentarios diversos de cómo era esta parte de la carrera, algunos opinaban que era casi imposible hacerla en bicicleta de CX sobre ella, y aseguraban que habría que correr toda la bajada arenosa, mientras que otros decían que era realizable casi por completo, excluyendo las zonas de mucha roca y pendientes muy grandes. Fueron estos últimos los más cercanos a la experiencia que tuve. Si bien la mayor parte de la bajada la hice asegurando un pie de apoyo debajo de la bici, pude hacerla casi en su totalidad sobre ella, no muy rápido, pero seguro. En este punto ya miraba con envidia sana cómo bajaban y me sobrepasaban los corredores en bicicletas de montaña, a los que dejaba pasar haciéndome a un lado del sendero para no interrumpir su camino. Logré llegar al nivel del lago sano y salvo, y sin inconvenientes técnicos. Comenzaba el camino plano de ripio que une a Petrohué con Ensenada, que para mí fue el tramo más agotador, ya que venía bastante pasado en presión de aire en el neumático trasero (por el asunto de ir con cámara).

Probablemente por estas mismas vibraciones del terreno fue que en un momento empecé a escuchar que mi disco trasero rozaba con las pastillas, paré a revisar y efectivamente venía frenado, todo debido a que uno de los pernos del caliper ya no estaba; sin embargo, no podía parar, no sabía cuánto más atrás venía el segundo corredor de la categoría y me quedaban sólo metros para que comenzara la otra parte de la carrera que tenía que aprovechar al máximo: el asfalto.

Aquí que simplemente di todo lo que me quedaba, apreté a fondo en todos los repechos de esa carretera bordeada por árboles que a veces asomaban entremedio una vista privilegiada del lago, hasta el desvío al último tramo de ripio de la carrera, que en su final te dejaba a menos de un kilómetro de la meta.

 

 

Llegué contento, sabía que había cumplido con dos desafíos personales aparte de poder ganar la categoría: llegar entre los primeros 100 corredores, y lograr terminar la carrera en menos de 4 horas. Sólo quedaba descansar y recargar energías en el bus de pastas, mientras se compartía en el campo base con los amigos, contando y escuchando las historias en carrera de cada uno.

 

 

Quiero darles infinitas gracias a todas las personas que me permitieron vivir esta aventura. Me llevo una tremenda experiencia al correr una carrera tan linda como esta, que entrega unos paisajes únicos y una organización sólida y seria, pero además, me llevo unas tremendas ganas de volver a correrla el año que viene, idealmente en la misma categoría, en la cual sé que cada año irán llegando más y más corredores, porque de que se puede correr en cx, ¡se puede!

Juan Pablo Agloni (22 años)

 

 

Fecha de la carrera: Sábado 26 de enero de 2019

Comentarios

comments